El teléfono celular y el fenómeno del «drenaje de cerebros»

Puede ocupar recursos cognitivos de capacidad limitada

ResumenNuestros teléfonos inteligentes permiten (y fomentan) una conexión constante con la información, el entretenimiento y entre personas. Ponen el mundo a nuestro alcance y rara vez se apartan de nuestro lado. Aunque estos dispositivos tienen un inmenso potencial para mejorar el bienestar, su presencia persistente puede tener un costo cognitivo. En esta investigación, probamos la hipótesis de la «drenaje de cerebros» de que la mera presencia del propio teléfono inteligente puede ocupar recursos cognitivos de capacidad limitada, dejando así menos recursos disponibles para otras tareas y socavando el rendimiento cognitivo.Los resultados de dos experimentos indican que incluso cuando las personas logran mantener una atención sostenida (como cuando evitan la tentación de revisar sus teléfonos), la mera presencia de estos dispositivos reduce la capacidad cognitiva disponible. Además, estos costos cognitivos son más altos para quienes tienen mayor dependencia de los teléfonos inteligentes. Concluimos discutiendo las implicaciones prácticas de esta fuga de cerebros inducida por los teléfonos inteligentes para la toma de decisiones y el bienestar del consumidor.

Autor/a: Adrian F. Ward, Kristen Duke, Ayelet Gneezy, and Maarten W. Bos Fuente: Journal of the Association for Consumer Research Brain Drain: The Mere Presence of Ones Own Smartphone Reduces Available Cognitive Capacity


“Todos entendemos las alegrías de nuestro mundo siempre conectado: las conexiones, las validaciones, las risas… la información. … Pero apenas estamos empezando a entender los costos.” Andrew Sullivan (2016)

Introducción

La proliferación de teléfonos inteligentes ha marcado el comienzo de una era de conectividad sin precedentes. Los consumidores de todo el mundo están ahora constantemente conectados con amigos lejanos, entretenimiento sin fin e información prácticamente ilimitada. Con teléfonos inteligentes en mano, verifican el clima desde la cama, intercambian acciones (y chismean) mientras están atrapados en el tráfico, exploran posibles parejas románticas entre citas, realizan compras en línea mientras están en la tienda y transmiten en vivo las experiencias de cada uno, en tiempo real, desde lados opuestos del globo. Hace apenas una década, este estado de conexión constante habría sido inconcebible; hoy parece indispensable.

Los propietarios de teléfonos inteligentes interactúan con sus teléfonos un promedio de 85 veces al día, incluso inmediatamente después de despertarse, justo antes de irse a dormir e incluso en medio de la noche. El noventa y uno por ciento informa que nunca sale de casa sin sus teléfonos y el 46% dice que no podría vivir sin ellos. Estos dispositivos revolucionarios permiten el acceso bajo demanda a amigos, familiares, colegas, empresas, marcas, minoristas, videos de gatos y mucho más. Representan todo lo que el mundo conectado tiene para ofrecer, condensado en un dispositivo que cabe en la palma de la mano y casi nunca se aleja.

Proponemos que la mera presencia del propio teléfono inteligente puede inducir una «drenaje de cerebros» al ocupar recursos cognitivos de capacidad limitada con fines de control de la atención. Debido a que el mismo conjunto finito de recursos atencionales sustenta tanto el control atencional como otros procesos cognitivos, los recursos reclutados para inhibir la atención automática al teléfono no están disponibles para otras tareas, y el desempeño en estas tareas se verá afectado. Diferenciamos entre orientación y asignación de atención y argumentamos que la mera presencia de teléfonos inteligentes puede reducir la disponibilidad de recursos de atención incluso cuando los consumidores logran controlar la orientación consciente de la atención.

Capacidad cognitiva y comportamiento del consumidor

La capacidad finita de los consumidores para el procesamiento cognitivo es una de las influencias más fundamentales en el comportamiento del consumidor en el «mundo real». Los individuos están constantemente rodeados de información potencialmente significativa; sin embargo, su capacidad para utilizar esta información está consistentemente limitada por sistemas cognitivos que son capaces de atender y procesar sólo una pequeña cantidad de la información disponible en un momento dado. Este límite de capacidad da forma a una amplia gama de comportamientos, desde estrategias de toma de decisiones en el momento y desempeño hasta la búsqueda de objetivos a largo plazo y la autorregulación.

Las capacidades cognitivas (y las limitaciones) de los consumidores están determinadas en gran medida por la disponibilidad de recursos atencionales de capacidad limitada y de dominio general asociados tanto con la memoria de trabajo como con la inteligencia fluida. La “memoria de trabajo” (WM) se refiere al sistema cognitivo teórico que respalda la cognición compleja al seleccionar, mantener y procesar activamente información relevante para las tareas y/o objetivos actuales. La “capacidad de memoria de trabajo” (WMC) refleja la disponibilidad de recursos de atención, que cumplen la función “ejecutiva central” de controlar y regular los procesos cognitivos en todos los dominios. La “inteligencia fluida” (Gf) representa la capacidad de razonar y resolver problemas nuevos, independientemente de cualquier contribución de las habilidades adquiridas y los conocimientos almacenados en la “inteligencia cristalizada”. Fundamentalmente, la capacidad limitada de estos recursos de dominio general dicta que el uso de recursos de atención para un proceso o tarea cognitiva deja menos recursos disponibles para otras tareas; en otras palabras, ocupar recursos cognitivos reduce la capacidad cognitiva disponible.

Dado el desajuste crónico entre la abundancia de información ambiental y la capacidad limitada para procesar esa información, los individuos deben ser selectivos en la asignación de recursos de atención. La prioridad de un estímulo, es decir, la probabilidad de que atraiga la atención, está determinada tanto por su “prominencia” física (p. ej., ubicación, contraste perceptivo) como por su “relevancia” objetivo (es decir, importancia potencial para la conducta dirigida a un objetivo).

Los teléfonos inteligentes sirven como puntos de acceso personal de los consumidores a todo lo que el mundo conectado tiene para ofrecer. Sugerimos que la creciente integración de estos dispositivos en las minucias de la vida diaria refleja y crea una sensación de que con frecuencia son relevantes para los objetivos de sus propietarios; sienta las bases para la atención automática. De acuerdo con esta posición, las investigaciones indican que las señales del propio teléfono (pero no del de otra persona) activan el mismo sistema de atención involuntaria que responde al sonido del propio nombre. Cuando estos dispositivos destacan en el entorno, su condición de estímulos de alta prioridad (relevantes y destacados) sugiere que ejercerán una atracción gravitacional sobre la orientación de la atención. Y cuando los consumidores realizan tareas para las cuales sus teléfonos inteligentes son irrelevantes, la capacidad de estos dispositivos para atraer automáticamente la atención puede socavar el rendimiento de dos maneras.

En primer lugar, los teléfonos inteligentes pueden redirigir la orientación de la atención consciente lejos de la tarea focal y hacia pensamientos o comportamientos asociados con el teléfono. Investigaciones anteriores proporcionan amplia evidencia de que las personas atienden espontáneamente a sus teléfonos en momentos inoportunos y que esta distracción digital afecta negativamente tanto al rendimiento como al disfrute.

En segundo lugar, los teléfonos inteligentes pueden redistribuir la asignación de recursos de atención entre la tarea focal y la inhibición de la atención al teléfono. Debido a que la inhibición de la atención automática ocupa recursos de atención, el desempeño en tareas que dependen de estos recursos puede verse afectado incluso cuando los consumidores no prestan atención consciente a sus teléfonos. Exploramos esta posibilidad en la investigación actual.

Presencia de teléfonos inteligentes y capacidad cognitiva (la asignación de recursos atencionales)

Sugerimos que los teléfonos inteligentes también pueden afectar el rendimiento cognitivo al afectar la asignación de recursos de atención, incluso cuando los consumidores resisten con éxito la tentación de realizar múltiples tareas, divagar o prestar atención (conscientemente) a sus teléfonos, es decir, cuando sus teléfonos simplemente están presentes.. A pesar de la frecuencia con la que las personas usan sus teléfonos inteligentes, observamos que estos dispositivos suelen estar presentes pero no en uso, y que el atractivo de estos estímulos de alta prioridad debería predecir no sólo su capacidad para captar la orientación de la atención, sino también la costos cognitivos asociados con la inhibición de esta respuesta de atención automática.

Proponemos que la mera presencia del teléfono inteligente puede imponer una “fuga de cerebros”, ya que se reclutan recursos de atención de capacidad limitada para inhibir la atención automática al teléfono y, por lo tanto, no están disponibles para realizar la tarea en cuestión. De acuerdo con la evidencia disponible, postulamos que la mera presencia de los propios teléfonos inteligentes de los consumidores puede reducir la disponibilidad de recursos de atención (es decir, la capacidad cognitiva) incluso cuando los consumidores logran controlar la orientación consciente de la atención (es decir, resistir la distracción abierta).

Resultados de los experimentos

Los resultados de comportamiento y autoinforme observados en nuestros experimentos sugieren que la mera presencia de los propios teléfonos inteligentes de los consumidores puede afectar negativamente el funcionamiento cognitivo incluso cuando los consumidores no los prestan atención conscientemente. También proporcionamos evidencia de que estos costos cognitivos están moderados por las diferencias individuales en la dependencia de estos dispositivos. Irónicamente, cuanto más dependen los consumidores de sus teléfonos inteligentes, más parecen sufrir por su presencia o, más optimistamente, más pueden beneficiarse de su ausencia.


Figura
Experimento 1: efecto de la condición de ubicación del teléfono asignada aleatoriamente sobre la memoria de trabajo (WMC) disponible (OSpan Score, panel A) y el Gf funcional (Correctly Solved Raven’s Matrices, panel B). Los participantes en la condición de «escritorio» (alta prominencia) mostraron la capacidad cognitiva disponible más baja; aquellos en la condición de “otra ubicacion” (baja prominencia) mostraron la mayor capacidad cognitiva disponible. Las barras de error representan los errores estándar de las medias. Los asteriscos indican diferencias significativas entre condiciones, con * p < .05 y p < .01.


Discusión

La proliferación de teléfonos inteligentes representa un cambio profundo en la relación entre los consumidores y la tecnología. A lo largo de la historia de la humanidad, la gran mayoría de las innovaciones han ocupado un espacio definido en la vida de los consumidores; se han visto limitados por las funciones que desempeñan y los lugares que habitan. Los teléfonos inteligentes trascienden estas limitaciones. Son los compañeros constantes de los consumidores y ofrecen una conexión sin precedentes con la información, el entretenimiento y entre sí. Desempeñan un papel integral en las vidas de miles de millones de consumidores en todo el mundo y, como resultado, tienen un enorme potencial para influir en el bienestar del consumidor, tanto para bien como para mal.

La presente investigación identifica un efecto secundario potencialmente costoso de la integración de los teléfonos inteligentes en la vida diaria: la “drenaje de cerebros” inducida por los teléfonos inteligentes. Proporcionamos evidencia de que la mera presencia de los teléfonos inteligentes de los consumidores puede afectar negativamente dos medidas de la capacidad cognitiva (capacidad de memoria de trabajo disponible e inteligencia fluida funcional) sin interrumpir la atención sostenida ni aumentar la frecuencia de los pensamientos relacionados con el teléfono. Los consumidores que participaban en tareas cognitivas continuas podían mantener sus teléfonos no sólo fuera de sus manos, sino también fuera de sus mentes (conscientes); sin embargo, la mera presencia de estos dispositivos dejó menos recursos de atención disponibles para realizar la tarea en cuestión.

Además, encontramos que los efectos de la prominencia de los teléfonos inteligentes sobre la capacidad cognitiva disponible están moderados por las diferencias individuales en la relevancia personal de estos dispositivos (operacionales en términos de dependencia de los teléfonos inteligentes); aquellos que más dependen de sus dispositivos son los que más sufren por su prominencia y los que más se benefician de su ausencia. El papel de la dependencia en la determinación de los efectos de la mera presencia sugiere que la presencia de cualquier producto, dispositivo o incluso teléfono no incurriría en costos cognitivos similares. Sostenemos que pocos estímulos, si es que hay alguno, son tan personalmente relevantes y tan perpetuamente presentes como los propios teléfonos inteligentes de los consumidores. Sin embargo, dejamos la puerta abierta para que nuestros conocimientos se apliquen más ampliamente a futuras tecnologías conectivas que pueden volverse igualmente centrales para la vida de los consumidores a medida que la tecnología continúa avanzando.

Nuestra investigación también ofrece información sobre las tácticas que podrían mitigar la “drenaje de cerebros”, así como sobre aquellas que podrían no hacerlo. Por ejemplo, encontramos que el efecto de la prominencia del teléfono inteligente en la capacidad cognitiva es sólido tanto para la visibilidad de la pantalla del teléfono (boca abajo en el experimento 1, boca arriba en el experimento 2) como para la potencia del teléfono (silencioso versus apagado en el experimento 2), sugiriendo que las “soluciones” intuitivas como colocar el teléfono boca abajo o apagarlo probablemente sean inútiles.

Sin embargo, nuestros datos sugieren al menos una solución simple: la separación.

Aunque este enfoque puede parecer contradictorio con investigaciones anteriores que indican que estar separado del teléfono socava el rendimiento al aumentar la ansiedad, observamos que los participantes en esos estudios fueron separados inesperadamente de sus teléfonos y obligados a escucharlos sonar sin poder contestar. Por el contrario, los participantes en nuestros experimentos esperaban ser separados de sus teléfonos (esta era la norma en el laboratorio) y no enfrentar notificaciones o llamadas sin respuesta mientras estaban separados. Por lo tanto, sugerimos que los períodos de separación definidos y protegidos, como estos, pueden permitir a los consumidores tener un mejor desempeño no solo al reducir las interrupciones sino también al aumentar la capacidad cognitiva disponible.

Nuestro marco teórico se basa en investigaciones previas que describen el papel de los recursos de atención de capacidad limitada en la inhibición de respuestas a estímulos de alta prioridad pero irrelevantes para la tarea. Sin embargo, nuestros datos son igualmente consistentes con una explicación alternativa: que estos recursos de atención se reclutan con fines de hipervigilancia o monitoreo de estímulos de alta prioridad en ausencia de conciencia. Esta interpretación es consistente con el fenómeno común del “síndrome de vibración fantasma”, o la sensación de que el teléfono vibra cuando en realidad no es así. Los datos sugieren que el 89% de los usuarios de teléfonos móviles experimentan vibraciones fantasmas al menos ocasionalmente, y que esta excesiva capacidad de respuesta a sensaciones inocuas es particularmente frecuente en aquellos cuyos dispositivos son particularmente significativos. Debido a que los mismos recursos de atención de capacidad limitada están implicados tanto en la hipervigilancia como en la inhibición, nuestros datos no pueden distinguir entre las dos explicaciones teóricas. De hecho, es posible que estos procesos puedan operar en conjunto, ya que los procesos de control de la atención dirigidos a objetivos monitorean las señales de información potencialmente importante provenientes de estímulos de alta prioridad y (intentan) evitar que estos estímulos interrumpan la atención consciente hasta que dichas señales se produzcan.

Implicaciones y direcciones futuras

Los recursos cognitivos limitados de los consumidores dan forma a innumerables aspectos de su vida diaria, desde su forma de tomar decisiones hasta su disfrute de las experiencias. Nuestros datos sugieren que la mera presencia de los propios teléfonos inteligentes de los consumidores puede limitar aún más su ya limitada capacidad cognitiva al sobrecargar los recursos de atención que residen en el núcleo tanto de la capacidad de la memoria de trabajo como de la inteligencia fluida. Las medidas de capacidad cognitiva específicas utilizadas en nuestros experimentos están asociadas con capacidades de dominio general que respaldan procesos fundamentales como el aprendizaje, el razonamiento lógico, el pensamiento abstracto, la resolución de problemas y la creatividad.

Debido a que los teléfonos inteligentes de los consumidores están presentes con tanta frecuencia, los simples efectos de presencia observados en nuestros experimentos tienen el potencial de influir en el bienestar del consumidor en una amplia gama de contextos: cuando los consumidores trabajan, compran, toman clases, miran películas, cenan con amigos, asisten a conciertos, jugar, recibir masajes, leer libros y más. Además, los resultados de nuestro estudio piloto indican que la mayoría de los consumidores suelen mantener sus teléfonos inteligentes cerca y a la vista, donde la prominencia de los teléfonos inteligentes es particularmente alta.

Mensaje finalEl teléfono inteligente es más que un simple teléfono, una cámara o una colección de aplicaciones. Es lo único que lo conecta todo: el centro del mundo conectado. La presencia del teléfono inteligente permite el acceso bajo demanda a información, entretenimiento, estimulación social y más. Sin embargo, nuestra investigación sugiere que estos beneficios (y la dependencia que generan) pueden tener un costo cognitivo.
recuperado de: https://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoid=105410&fuente=inews&uid=1106002&utm_source=inews&utm_medium=inews&utm_campaign=inews

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